miércoles, 26 de agosto de 2009

Al Salir de la Guardería. Marta y Sofía

Una escuela infantil es un lugar lleno de oportunidades. ¡Espera!, no, no es lo que crees. Lo siento por los pedófilos, pero no va de niños, sino de sus mamás.

Aquel lunes me levanté con un estado de ánimo especial. ¡Vaya!, que estaba salido, por decirlo gráficamente. Y no es que no hubiera tenido la noche anterior una buena sesión de sexo con Ana, mi mujer, no. Me pasa a veces, supongo que como a cada quisque.

Mientras le estaba dando el biberón a Fedra, me dije que ya estaba bien de que fueran mis "marujas" las que me llevaran al huerto y, en vista de que parecía que todas estaban dispuestas a montárselo conmigo, me hice el propósito de tomar yo la iniciativa. (¡Eh!, que lo de "marujas" no lo he dicho en tono despectivo; yo también me considero un "marujo", y a mucha honra).

Y cuando llegué a la guardería, tenía un plan: iba a probar suerte con Virginia, que es con diferencia la más bonita y mejor hecha de las seis, como os decía en la primer a entrega.

Os explico: el lunes es el otro día libre de la asistenta, junto con el domingo, o sea, que tenía la casa para mí solo. El problema consistía en encontrar un pretexto para conseguir llevar a Virginia a ella, pero no había tardado mucho en encenderse la bombillita esa en mi cabeza, y la idea me la había dado Ana sin querer. Resulta que mi mujer llevaba unos días dándome la lata con lo de cambiar el salón. El marido de Virginia tiene una tienda de decoración, y yo le había escuchado decir que ella hacía en casa los bocetos para sus encargos.

El plan llegaba hasta ahí. Una vez que me viera con ella a solas, pues… bien, veríamos que sucedía.

Después de que las cuidadoras se hicieran cargo de los niños, me acerqué a mi objetivo, y le expliqué la cosa:

- Claro que sí, Charlie, por supuesto. Me dices qué día puedo ir a tomar medidas, y lo haré con mucho gusto.

- Había pensado que hoy, cuando salgamos de la cafetería.

- Hoy no puedo Charlie, lo siento, pero es que tengo que acompañar a mi madre al médico, ya sabes, achaques de la edad… De hecho, hoy no podré siquiera ir con "vosotras" a desayunar.

«¡Joder!, vaya puntería tengo –pensé-. He podido hacerlo cualquier otro lunes, y se me ocurre precisamente hoy, que no está disponible»

- Está bien. Tú misma me dices cuando tienes un par de horas libres.

Ahora solo faltaba que me dijera que por la tarde, y ¡adiós!

☼ ☼ ☼

Para redondear la mañana, en la cafetería me encontré aislado por primera vez. Lucía y Eva, en un extremo de la mesa, mantenían una conversación en voz baja, mientras que Marta y Sofía, una a cada lado de mí, hablaban de tallas y colores de no sé qué, como si yo no estuviera entre las dos. La verdad es que estaba mosqueado por el fiasco de Virginia, y no les prestaba atención.

- ¡Eh!, Tierra llamando a Charlie… -Sofía estaba agitando una mano ante mi rostro.

- Perdona, cielo, tenía la cabeza en otra cosa.

- No, que Marta tiene que hacer un pedido de una de esas tiendas que venden por catálogo, y… tú tienes acceso a Internet en tu casa, ¿no?

- Claro.

- Pues que si no tienes nada que hacer, y no te importa, nos vamos contigo y nos echas una mano, porque nosotras de eso… ni idea –terció Marta.

- Por supuesto que sí, contad con ello.

Por un instante se había alegrado mi "amigo del alma" ante la perspectiva, pero enseguida lo pensé mejor: si hubiera sido una sola de ellas, aún. Pero con las dos juntas, no tenía ni la más leve oportunidad.

«Está visto que hoy no es mi día –pensé»

☼ ☼ ☼

Menos de media hora después, comencé a pensar que, después de todo, a lo mejor… Os explico: estaba sentado en el sillón ante el portátil, en lo que Ana pomposamente llama "mi estudio". Marta, a mi izquierda, tenía una mano en el respaldo, la otra en la mesa, y estaba inclinada para ver el monitor, con uno de sus pechos apoyado tranquilamente en mi hombro, mientras que Sofía había descansado su trasero en el brazo del asiento (y en el mío).

El pedido quedó hecho en menos de dos minutos, e iba a disponerme a apagar el pc.

- Yo no sé mucho de esto, pero es que no entiendo muy bien qué haces en el ordenador. Porque tú trabajas en una fábrica de automóviles, ¿no? -preguntó Sofía, que ahora tenía el culito prácticamente pegado a mi pecho.

Por segunda vez en el día se encendió la lamparita figurada en mi cabeza. No iba a servir para aquella mañana, pero podía ser como sembrar, y ya veríamos cuando llegaría la cosecha.

- ¿Me guardaríais el secreto si os cuento algo, chicas?

- Somos una tumba –afirmó Marta.

- Escribo relatos eróticos, y los publico en Internet, en una página especializada.

- ¿Tú, Charlie? No lo puedo creer –la voz de Sofía era la expresión de la incredulidad más absoluta.

- Cuenta, cuenta –la mano de Marta estaba sobre mi hombro, y uno de sus pezones casi en mi garganta.

- Bueno, es una afición, nada de particular. Otros tienen como "hobby" coleccionar sellos, y a mí me ha dado por eso.

- ¿Se pueden ver? –preguntó Sofía con gesto malicioso.

- ¡Claro! Mira, precisamente tengo dos capítulos escritos de uno que se titula "amordemasdedos.com".

Abrí rápidamente el procesador de textos, y accedí a la primera de dos entregas. Había tres, pero la última aún estaba a medias.

- Casi mejor, nos lo lees tú, -sugirió Sofía.

- Estaremos más cómodos en el salón –indiqué.

Dos minutos después, estábamos acomodados en el tresillo, con las dos chicas dándome frente, y el pc entre medias, en la mesita de centro.

- ¿No os apetece otro café? –ofrecí.

- Bueno, a mí si me vendría bien. ¿Y a ti? –preguntó Marta dirigiéndose a la otra chica.

Total, que las dejé solas, mientras preparaba tres tazas, y disponía lo necesario en una bandeja. Cuando llegué, estaban las dos arrodilladas ante la máquina, con las cabezas juntas, leyendo. Sofía había pasado un brazo sobre los hombros de Marta, en una actitud…

Y entonces me vinieron a la memoria unas palabras de Eva, que quizá recordaréis los que hayáis leído la primera entrega:

"A ver si adivinas… ¿Quiénes de las chicas son algo más que amigas?"

Pero la excitación que me produjo la idea, duró menos de un segundo. Existían muchas posibilidades de que se tratara de estas dos, pero eso dejaba las cosas aún peor para mí porque, si era cierto, mis opciones con ellas, juntas o por separado, eran menores que cero.

- ¡Joder, Charlie!, qué fuerte –exclamó Sofía, volviendo en mi dirección su rostro arrebolado.

- Y ¿qué opina Ana de esta afición tuya? –quiso saber la otra.

- Mi mujer es mi primera lectora, y mi más feroz crítica, al mismo tiempo.

La siguiente pregunta era inevitable:

- ¿De dónde sacas todas estas historias? Quiero decir que no serán reales, pero ¿entonces?

- Todos tenemos fantasías en el terreno sexual; yo solo me limito a convertirlas en una narración.

- ¡No jodas! –saltó rápida Marta-. ¿De veras te gustaría ver a tu mujer follando con otro?

Sonreí de oreja a oreja.

- No confundáis realidad con ficción. Algo como eso, contado en la intimidad del dormitorio puede ser muy excitante, lo cual no quiere decir necesariamente que se esté dispuesto a llevarlo a la práctica.

- Me duele el vientre –susurró Sofía, con una mano puesta efectivamente sobre esa zona del cuerpo.

- Creo que Ana debe tener en el botiquín algún calmante para "esos días" –ofrecí, poniéndome en pie.

- Deja las pastillas, que no es ese precisamente el motivo. A mí también me está sucediendo, y no me ha bajado la regla –saltó Marta.

Yo experimenté a mi vez un hormigueo de la leche en los testículos, cuando caí en la cuenta de la causa del "dolor de vientre" de las dos chicas.

☼ ☼ ☼

Media hora después, había terminado la lectura, y las tazas de café estaban olvidadas sobre la mesa, prácticamente intactas. Las dos chicas se habían descalzado en algún momento, y ofrecían una estampa de lo más erótico: Marta, frente a mí, había apoyado un pie en el asiento, y mostraba una de sus piernas casi hasta la ingle, aunque el vuelo de la falda, colocado estratégicamente, me ocultaba lo más interesante. Por su parte Sofía estaba sentada con las piernas cruzadas, y su falda estrecha estaba subida bastante más arriba de lo que aconsejaba el pudor; solamente el hecho de que se había ubicado en el extremo del sofá más distante de mí, me impedía contemplar su intimidad, no obstante lo cual, me ofrecía una panorámica bastante completa de la cara interior de uno de sus muslos. Las dos tenían las mejillas arreboladas, y la respiración acelerada.

«Bueno, ya que no voy a conseguir otra cosa, al menos que me alegren un poco la mañana –pensé, con una idea en mente»

- ¿Qué os parece?

- Muy fuerte, Charlie –exclamó Sofía impresionada-. Que casi he podido sentirme como una de tus protagonistas…

- ¿Y? –insistí.

- ¡Jajajajaja!. Charlie quiere que le regalemos los oídos. Bueno, pues digamos que me duele aún más el vientre que antes –añadió Marta.

- Oíd, chicas. Vosotras habéis podido conocer mis fantasías más íntimas, y eso merece un poco de reciprocidad, ¿no creéis?

- ¿Qué quieres decir? –preguntó Sofía, repentinamente seria.

- Está claro: que me encantaría que me contarais las vuestras.

Se hizo un repentino silencio, y las chicas se miraron entre sí. Había sido una flecha lanzada al aire, que sabía que no iba a dar en el blanco. Me equivoqué de medio a medio.

- ¿Empiezas tú, Sofi?

- Tú primera, te cedo el honor, ¡jajajajaja!

No lo podía creer. Marta pareció pensar durante unos segundos, y luego se decidió:

- ¿Habéis visto la película "Eyes Wide Shut"? Bien, pues me imagino completamente desnuda, en una habitación llena de gente vestida y con máscaras, que forman un círculo alrededor de mí. Estoy recorriendo poco a poco el corro, y noto sobre mí manos que me acarician los pechos, el vientre, las nalgas, el coñito… Dos hombres me toman en volandas y me depositan suavemente en una cama. Alguien me venda los ojos, y noto de nuevo multitud de manos acariciando todo mi cuerpo.

Tenía los ojos cerrados, como en su evocación, y las dos manos juntas apretadas sobre la entrepierna, con los dedos arrugando el borde de la falda.

«¡Joder!, está excitada de veras, lástima que no esté sola, porque me está poniendo a mil»

- Ahora son bocas. Me están lamiendo los labios, los pezones, el vientre, los muslos… Alguien me separa las piernas, y siento más bocas sobre mi sexo, chupando, mordiendo y lamiendo. Las bocas se retiran, pero enseguida noto algo duro pero suave en la misma entrada de mi vagina. Y las otras bocas continúan por todo mi cuerpo. El pene comienza a introducirse despacio dentro de mí, y me siento llena. Tengo ganas de chillar, de debatirme, y no puedo tener quietas las piernas. Me está viniendo un orgasmo…

«Ostras con la niña. No se corta para nada»

- Calla Marta, que me estoy…

Le hubiera dado un cachete a Sofi, por inoportuna. La otra abrió los ojos, y sonrió, roto el encanto.

- ¡Eh!, que ya tenéis bastante. Ahora te toca a ti, rica –dijo, mientras señalaba a su amiga con un dedo.

La aludida se puso aún más encarnada de lo que estaba, pero su voz sonó decidida:

- Bueno, yo me imagino con dos hombres a la vez.

- ¡Hala!, rica, Nada menos que dos. Préstame uno, ¡jajajajajaja!

- ¡Te callas, o no sigo! Como vuelvas a interrumpirme, se acaba la fiesta.

- Venga, palabra que voy a estar tan callada como Charlie, que no dice ni mu.

- Bien. Pues estamos los tres desnudos sobre la cama. Están arrodillados, uno a cada lado de mí, y yo tengo sus "cosas" agarradas con ambas manos.

Marta, con gesto de malicia, estuvo en un tris de soltar algún comentario, pero afortunadamente se contuvo a tiempo. Y yo estaba dándole vueltas en la cabeza a algo: ambas hablaban de hombres haciéndoles esto y aquello, no de mujeres aunque, claro, las dos estaban casadas. Quizá me había equivocado, y Eva no se refería a estas dos. Pero entonces, ¿quiénes eran las de las "fiestas con vibradores"?

- Me meto una de ellas en la boca durante un rato, y luego la otra. Los dos tíos parece que se ponen de acuerdo, y me encuentro con las dos a la vez.

- Mmmmggggg. De nuevo Marta se había mordido la mano a tiempo, antes de soltar la chanza que se adivinaba en su rostro risueño.

- Me ponen de rodillas sobre la cama, boca abajo, con el culo en alto, y noto algo suave, como una crema, con la que me están embadurnando el… por detrás. Uno de ellos me introduce un dedo por la "puerta trasera", y lo mueve en círculos, y lo hace entrar y salir. Nunca me lo habían hecho por ahí, pero la sensación no es desagradable. El más fuerte se tumba boca arriba, y me pone sobre él, mirando al techo. ¡Está intentando penetrarme el ano! Duele, pero al mismo tiempo…

Marta ya no estaba para bromas. La mano que seguía entre sus muslos estaba deslizándose arriba y abajo, despacio, tenía los ojos cerrados, y el gesto contraído.

- El otro se pone en cuclillas, me separa las piernas, y me la mete. Están follándome por los dos orificios al tiempo, y siento que me voy a correr, y me viene…

Ahora fui yo el que la interrumpió. Estaban comenzando a dolerme los testículos.

- Pues ninguna de las dos tenéis nada que envidiar a lo de mis relatos…

- ¡Uffffff, tía! ¿De veras te gustaría que te lo hicieran así? –preguntó Marta.

- ¡Jajajajaja!, no. Pero tampoco Charlie entregaría su mujer a otro.

Tuve una idea malvada, y me dirigí al dormitorio, ante la mirada expectante de las dos chicas. A pesar de que estaban "a punto", no creía que Marta fuera a aceptar, pero siempre podía decir que no iba en serio. Volví ocultando detrás lo que había tomado de la mesilla, me senté en el sofá, a su lado, y solo entonces les mostré la tira de raso negro.

- ¡Jajajajaja! Charlie, eres increíble.

Lo había tomado a chacota. ¿O no? Decidí continuar, y pasé la venda en torno a sus ojos, esperando que en cualquier momento diera por terminada la broma. Para cuando acabé de hacer un nudo en su nuca, empezaba a pensar que de bromas, nada. Entonces me puse en pie ante ella, y tiré de una de sus manos, obligándole a ponerse en pie.

- En tu fantasía estabas desnuda… -insinué.

Se quedó parada un momento, y pensé que se echaría a reír, soltaría alguna chanza, y se quitaría la venda. Ante mi sorpresa, no hizo nada de eso. ¡Descorrió la cremallera del costado, y dejó caer la prenda al suelo!

Aluciné en colores. Miré a la otra chica, y me debí poner rojo. O pálido, no sé. ¡Joder!, ella la estaba contemplando con iguales ojos de deseo que yo mismo.

La blusa de Marta acertó por casualidad sobre mi cara, y la retiré rápidamente, a tiempo de ver como se inclinaba, con los pechos al aire, y se quitaba las braguitas. Luego se quedó en pie ante nosotros, con los brazos pegados a los costados, esperando…

No tuvo que aguardar demasiado. Tenía unos bonitos senos no muy grandes, apenas caídos, con los pezones tiesos apuntando al techo. Y allí se me fueron las manos. Y después a su vientre, a sus caderas, a su pubis sin sombra de vello, y por fin a su sexo, caliente y húmedo.

Había perdido de vista a la otra. Cuando quise darme cuenta, estaba detrás de Marta, completamente desnuda, acariciando su espalda, sus nalgas y sus muslos. Creí que me iba a dar un infarto.

La cosa duró unos minutos, y yo estaba cada vez más salido, con mi erección oprimida casi dolorosamente en el interior del pantalón.

Sofía se puso en pie, y cuchicheó algo al oído de la otra chica, que sonrió, y se subió la cinta que le tapaba la visión. Se me echaron las dos encima, y dos botones de mi camisa pagaron el pato de sus esfuerzos por desnudarme, lo que consiguieron en menos que tardo en contarlo.

- ¡Eh!, chicas. Vamos a la cama –acerté a balbucear.

Las precedí, con el pene mostrándonos el camino, completamente horizontal. Dos segundos después, se había invertido la fantasía de Sofía: no era ella la que se encontraba con dos penes para atender, sino que eran dos bocas las que se alternaban en introducirse el mío. Y las chicas no se limitaban a eso. Cada una de ellas tenía la mano en el sexo de la otra, subiendo y bajando sobre él.

Tuve que pedirles que pararan, a punto de derramarme en Marta, que era la que tenía mi erección introducida hasta la garganta en ese momento. Me tendí, intentando retrasar mi eyaculación, y las chicas se me vinieron encima. Me faltaban manos para palpar cuatro senos y dos culitos, y boca para morderlos, aunque no quedó parte alguna de sus cuerpos sin acariciar.

Ellas no se estaban quietas. Me cubrieron los labios y el rostro de besos, aunque de vez en cuando eran ellas las que unían las dos bocas sobre mí, y sus lenguas se encontraban. Había manos que palpaban mis testículos y mi pene, o recorrían mi pecho y mis caderas.

Sofía atrapó uno de mis muslos entre los suyos, e inició un movimiento de vaivén con la pelvis, frotando su sexo contra él. Traté de abstraerme de lo que estaba sucediendo, porque me encontraba otra vez a un paso de la eyaculación.

Marta se fue hacia la parte superior de la cama andando sobre rodillas y manos, con la vulva enrojecida y el fruncimiento de su ano bien visibles entre sus muslos separados, se sentó con la espalda apoyada en el cabecero, el pubis adelantado y las piernas muy abiertas, y comenzó a masturbarse.

Dando finalmente la razón a Eva, a Sofía le falto tiempo para reptar sobre mí, y enterrar la cara en el sexo de la otra chica, que mantenía abierto con dos dedos. Su vulva quedó a centímetros de mi rostro, en una clara invitación que no desaproveché.

Poco después, había un fondo de gemidos y suspiros de las dos mujeres, cada vez más frecuentes, según se iba acercando su clímax. Fue Marta la primera en experimentar un orgasmo, y la boca de la otra chica apenas podía mantenerse en contacto con su sexo, que se movía espasmódicamente.

- ¡Eh Charlie!, voy a darte una idea para tus relatos, -ofreció Sofía con tono de malicia.

Se puso en pie, sosteniéndose con una mano en mi cabeza, y pasó una pierna a cada lado de mi cuerpo. Se arrodilló, mostrándome su sexo entreabierto, sus labios mayores atraparon mi pene, e inició un sensual balanceo de caderas, sentada prácticamente sobre mi vientre. Era algo así como masturbarme con su vulva, y noté de nuevo los síntomas inequívocos que precedían a la eyaculación.

Afortunadamente, fue ella (que ya estaba calentita por el ejercicio anterior) la que se contorsionó, perdido el ritmo, mientras se pellizcaba los pezones, quejándose en voz alta con la cadencia de sus estremecimientos de placer.

Ahora ya no podía más, tenía que descargar inmediatamente mi tensión. Marta continuaba en la misma posición, de modo que le separé aún más las piernas, me acomodé entre ellas, y la penetré ayudándome con una mano. Me corrí casi inmediatamente, pero hube de continuar empujando hasta que la chica consiguió alcanzar un nuevo orgasmo.

Nos quedamos tirados sobre la cama como muñecos rotos. Al cabo de un par de minutos, Marta saltó como impulsada por un resorte.

- ¡Las doce y media! Y aún tengo que hacer la compra y la comida, y adecentar un poco la casa… Mi marido me mata.

«Pues si supiera por qué no tienes la comida a punto… -pensé divertido»

Se vistieron apresuradamente, recogiendo las prendas desperdigadas por el salón. Las acompañé a la puerta, y las dos se despidieron con un beso de los de película, bien pegaditas.

Marta se volvió desde el primer escalón, se acercó a mí, y se inclinó hacia mi oído:

- Oye Charlie, ¿a cuales de las chicas te has follado, además de nosotras?

- Un caballero no da nunca detalles de sus conquistas –respondí con una sonrisa.

- Eso es tanto como decir que SÍ lo has hecho, aunque no quieras decir los nombres. Ya me enteraré, no te preocupes…

No hay comentarios:

Publicar un comentario